Estuvo bien. Lo pasamos bien. Nos sentimos bien, homenajeando a nuestro amigo Felipe Rey en Peraleda de Zaucejo.
Caricias y Carencias
Luis San José López
20230905
20230808
"Romances de ternura, amor y soledad"
20230802
"Humores Húmedos 6.0"
20230726
"Los tiritos de don Vito"
en la página del certamen.
Amanece. Hace muchísimo frío. La luz del sol ha dibujado en el suelo de la celda el mismo ventanuco de siempre. Don Vito lo mira, lo ve desplazarse. Espera.
Espera.
No tardarán en
venir a buscarlo, como todos los días desde que comenzó el invierno. Lo
llevarán a rastras hasta el paredón de los mil agujeros. Don Vito tiembla. No
es un santo ni tiene un barreño de agua hirviendo en sus piernas, pero don Vito
está tiritando. El sargento ha mandado embutirlo hasta las rodillas en un cubo
de cemento para fijar el blanco. No quiere ver a su pelotón quedar otra vez en
ridículo. Pero don Vito tiembla con muchísima fuerza, por ahuyentar el frio,
por espantar el miedo. Y volverán a suspender la sentencia.
Con los
cargadores
vacíos, la cabeza hundida y la moral por los suelos, lo llevarán,
otra vez, a su celda. El sargento mandará entonces que sigan con las prácticas
de tiro hasta el amanecer y don Vito seguirá esperando.
Esperando.
Esperando que
llegue el verano, que se acabe aquel maldito «déjà vu» que lo
atormenta. Hace muchísimo frío. Un álamo tiembla junto al paredón acribillado.
Don Vito espera.
Espera.
Mañana
volverán a fusilarlo.
20230702
"Vocación de dioses"
La pequeña Mei anunciaba una belleza insuperable. Mayor que los nenúfares
que adornan el nacimiento del río de las Perlas, mayor incluso que las gotas de
rocío sobre las hojas de las pyracanthas que su padre cultivaba en el
invernadero. Solo necesitaba algunas pequeñas correcciones, una educación
refinada y se convertiría en la esposa más codiciada de la ciudad de Cantón. Huang
tenía cierto reconocimiento social por su inigualable colección de bonsáis,
pero necesitaba un matrimonio adecuado para su hija si quería aumentar el
prestigio social de la familia. Nadie como él conocía las técnicas ancestrales
de poda, pinzamiento y alambrado de ficus, carmonas, olmos y juníperos y nadie
como él sabía domeñar querencias y modelar los caprichos descontrolados de la Naturaleza.
Y así, cuando su pequeña Mei cumplió los cinco años, reblandeció sus pies
con abundante sangre animal, le quebró las falanges de sus dedos y los vendó
repetidamente, cada vez con más y más firmeza. Era cuestión de tiempo que la
joven alcanzara la perfección absoluta y sus pies de loto fueran la envidia de
toda la ciudad.